Era mediados de 1999 cuando los Dodgers identificaron en Baní a un prospecto de 15 años entrenado por Enrique Soto de nombre Willy Aybar y enloquecieron. Un torpedero ambidiestro, con buenas manos, poder, contacto y velocidad que su entrenador vendía como el próximo Alex Rodríguez.
Hasta entonces en el país solo tres adolescentes habían recibido bonos de siete dígitos; Josephan Bernhardt (1997), Ricardo Aramboles (1998) y Wily Mo Peña (1999). Pero los californianos vieron en este adolescente un diamante en bruto y desembolsaron US$1,4 millones.
Desde un principio comenzaron las controversias, medios como Los Ángeles Times, Washington Post e USA Today enviaron equipos a indagar y encontraron material de sobra como para hacer películas. Desde el monto que cobró el entrenador, del bajo nivel académico de un Aybar incapaz en ese entonces de firmar su nombre, de la ignorancia financiera de la familia que vivía a la orilla del río y de la forma en cómo comenzó a repartirse y gastarse el dinero.
Aybar hoy tiene 37 años, en Grandes Ligas se cansaron de sus serios problemas fuera y dentro del terreno en 2010 y no juega profesional desde 2015 cuando pasó por dos equipos mexicanos, donde tampoco terminó de la mejor manera.
Mientras en las líneas de cal solo dejó ver reflejos del potencial su vida privada fue muy pública: las acusaciones de violencia doméstica eran frecuentes, estuvo preso múltiples veces, la más reciente le hizo cumplir una condena de dos años y en 2007 dejó el equipo de los Bravos en plena temporada para terminó en un centro de recuperación por adicción al alcohol donde pasó tres meses.
En una entrevista que concedió al canal de YouTube de la Fundación Martín Cabrera, Aybar se declara estar “abajo”, “solo”, “sin nada” y hasta ofrece su teléfono para una segunda oportunidad para trabajar como entrenador.
“Sí, hubo muchas, como yo estaba arropado por la adicción me decían un consejo, yo lo escuchaba y se me iba por aquí (por el otro lado del oído). Porque todavía me quedaba un poquito de fama, me quedaba dinero, todavía yo era pelotero, pero después que me vi en el escalón que estoy ahora, como que se me fue el sueño, como que puse los pies en la tierra, dije ‘¡Ofrézcome! ¿Dónde es que yo estoy?’”,
“Eso yo lo vengo a pensar ahora cuando me veo fuera, fuera de lo que yo creía que siempre iba a ser permanente en esa carrera, entiende, ahora fue que yo dije ‘wao, ¿y esto era así?’”, dice Aybar, que apareció en 405 partidos entre Dodgers, Bravos y Rays.
“A la verdad que nunca pensé que la carrera de mía se iba a terminar tan rápido y eso llegó fue por vía de la calle, la calle, la influencia, yo pensaba que yo era el rey, me entiende, como que nunca iba a llegar adonde estoy hoy en día, que todo me lo celebraban, ‘Willy esto’, yo me la creía hoy en día me veo sin nada como quien dice, solo como quien dice y a veces me pongo a reflexionar digo ‘¡wao! ¿y esto era así?’ y en verdad en verdad que uno no lo cree hasta que uno sea uno mismo que está viviendo este proceso”, dijo el ex infielder.
Una corta carrera que le permitió facturar US$3,1 millones de acuerdo a Baseball-Reference, un dinero que se ha esfumado.
¿Encontraste persona que te desviaron del camino?, preguntó la entrevistadora.
“Sí, sí, sí. Se puede decir que sí. Antes yo tenía “supuestamente amigos”, dizque amigo que éramos supuestamente amigos porque era porque yo estaba en la cima. Hoy en día yo estoy abajo y ni siquiera los que yo creía que eran amigos míos ni siquiera dice ‘¿fulano está vivo?”, pero n’a, yo siempre estoy conforme con Dios y agarrao de Dios”, dijo Aybar, cuyo hermano menor, Erick, jugó una carrera de 12 años en el Big Show que incluyó un Guante de Oro y una aparición en el All Star.
Cuando fue preguntado si no encontró consejos dijo que sí, pero no puso atención.
“Sí, hubo muchas, como yo estaba arropado por la adicción me decían un consejo, yo lo escuchaba y se me iba por aquí (por el otro lado del oído). Porque todavía me quedaba un poquito de fama, me quedaba dinero, todavía yo era pelotero, pero después que me vi en el escalón que estoy ahora, como que se me fue el sueño, como que puse los pies en la tierra, dije ‘¡Ofrézcome! ¿Dónde es que yo estoy?’”, dijo el ex del Licey y Escogido en la pelota invernal.
Aybar se muestra inconforme con el trato que ha recibido de gente que entiende ayudó y le cuesta mencionar a aquellos que en la actualidad lo apoyan.
“No sé ni cómo explicarlo, son tantas cosas que uno, uno... el pelotero dominicano el único sueño que tiene es llegar a Grandes Ligas y después que uno llega a Grandes Ligas, a través de lo que me pasó a mí yo le quiero mandar como un mensaje a los que están subiendo hoy en día, a los que son nuevos. Hay que saber aprovechar la oportunidad que Dios le da a uno, hay que aprovecharla bien porque la oportunidad en el béisbol son difícil, son difícil, son difícil y hay que saber aprovecharla al máximo y tratar de juntarse con gente ganadora, gente positiva, gente sana, que en el ambiente que uno está nos rodea mucha gente que le llegan a uno, uno con buen corazón pero uno no sabe cómo esa persona quiere sentarse al lado tuyo, cuando viene a ver hasta hacerte mal, tiene que tener mucho cuidado, mucho cuidado. No todo el que dice ser tu amigo es tu amigo, al final. Un consejo de corazón”.
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