Con una victoria muy necesaria el lunes pasado contra los San Antonio Spurs, el tiro más importante del partido de los Philadelphia 76ers vino de Shake Milton. Sin embargo, la decisión más importante que hizo posible ese juego provino de un jugador muy difamado que no se llamaba Shake.
Desde su llegada el verano pasado, Al Horford ha sido colocado en una caja por numerosos escépticos. Su papel y eficacia han sido criticados. Su ajuste ha sido cuestionado. Su edad y movilidad disminuida cuelgan sobre su cabeza como un avión no tripulado listo para lanzar una bomba en su carrera. Sin embargo, lo que se pasa por alto a menudo es su experiencia y disposición para hacer lo mejor para el equipo sin necesidad de ser el centro de atención.
Debo admitir que cuando Horford jugó para Atlanta y Boston, quedé decepcionado. Verlo formar un equipo All-Star con números de peatones me hizo poner los ojos en blanco. ¿Cómo podría estar entre los atletas y superestrellas más elitistas de la NBA? La broma sobre Horford en el equipo All-Star era que todo lo que le faltaba en estilo y destello lo compensaba colocando magníficas pantallas para sus compañeros de equipo.
Una vez que se convirtió en Sixer, lo abracé como el jugador que podía mantener al equipo a flote cuando Embiid descansaba. Aprecié el hecho de que siempre parecía el profesional consumado, despreocupado por la popularidad y sobresalir.
Como insinué anteriormente, Horford no es su prototipo de All-Star. Cuando se trata de patrocinios, en lugar de comerciales de Gatorade, consiguió el siempre tan codiciado anuncio de leche con chocolate. Horford consiguió, no Pepsi, ni Coca-Cola, ni siquiera Powerade. En cambio, se convirtió en una de las pocas caras del sabor suave y refrescante de la leche con chocolate. ¿Los Sixers necesitaban ese tipo de estrella para la temporada?
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