lunes, 30 de julio de 2018

NUEVOS INMORTALES | COOPERSTOWN Una ceremonia conmovedora

Cooperstown
Chipper Jones no se doblegó ante la presión del momento. Y eso que ésta era significativa.

El exjugador emblemático de los Bravos de Atlanta fue exaltado el domingo al Salón de la Fama y pronunció un discurso conmovedor, bajo la mirada de su esposa Taylor, quien en cuestión de horas dará a luz a un hijo que recibirá el nombre de Cooper, en honor al recinto de Cooperstown, tras este día especial.

 Ante el desafío retórico, Jones respondió de maravilla, tal como lo hizo en el terreno durante su carrera de 19 años con los Bravos.

“Ella cambió mi vida para siempre”, dijo el pelotero retirado, mientras su esposa se enjugaba las lágrimas. “Hicieron falta 40 años y algunas imperfecciones graves en mí en el camino para encontrar mi verdadera profesión. Ahora, hemos integrado a nuestras dos familias. Esto me ha dado lo que he buscado durante mi vida entera, la felicidad auténtica”.

Unos 50.000 espectadores se congregaron en un día soleado para rendir honores a los seis nuevos miembros del Salón de la Fama. Los otros cinco fueron el dominicano Vladimir Guerrero, Jim Thome, Trevor Hoffman, así como los excompañeros de Detroit, Jack Morris y Alan Trammell.

Jones controló sus emociones durante un discurso en que rememoró toda su carrera, comenzando con su campaña de novato, cuando ayudó a que Atlanta ganara la Serie Mundial de 1995. Fue uno de los mejores bateadores ambidextros de la historia, a la imagen de Mickey Mantle, el pelotero a quien idolatraba su padre.

Finalizó con un promedio de bateo de .303, 468 cuadrangulares y 1.623 carreras producidas, credenciales que le valieron la elección al recinto de los inmortales en el primer intento.
Jones tuvo también palabras elogiosas para sus padres.

“Ustedes son la razón por la que yo estoy en este escenario”, recalcó.
Concluyó su alocución agradeciendo a los leales fanáticos de Atlanta.

Cientos de banderas de RD
Ovacionado por cientos de personas que agitaron banderas de República Dominicana, Guerrero habló en español durante unos cinco minutos.

Agradeció a su padre y a su madre, quien cocinaba la cena para él y ahora lo hace para su hijo.
Se mostró también agradecido con los fanáticos y con la gente en Don Gregorio, su localidad natal.
Su hijo Vladimir Jr, prospecto de las menores con los Azulejos, estaba presente.

Nueve veces elegido para el Juego de Estrellas, el jardinero bateó para .318 con 449 cuadrangulares y 1.496 impulsadas. Fue el primer pelotero entronizado en Cooperstown con la gorra de los Angelinos, el equipo con el que tuvo sus mayores éxitos.

Tal como lo hizo como relevista implacable, Hoffman no mostró un solo atisbo de nervios al pronunciar su discurso, que cerró con un agradecimiento a su esposa.

“Compartiste conmigo este viaje asombroso de altibajos desde el comienzo, sin permitirme nunca que el éxito se me subiera o que el fracaso me hundiera”, dijo Hoffman. “Te amo”.

Elegido en su tercer año en la papeleta, Hoffman jugó buena parte de su carrera con los Padres de San Diego, y la finalizó con los Cerveceros de Milwaukee. Durante tres años, no logró impresionar a los ejecutivos como campocorto, por lo que se mudó al bullpen y se convirtió en una estrella.

Vladimir da crédito a la vitilla por forma de bateo
Nada más se necesita un palo de escoba como el bate de béisbol y la tapa grande de una botella de agua como pelota.

Se llama “vitilla”, el popular deporte callejero en la República Dominicana, uno que esencialmente todo pelotero en el país ha practicado.

Y, desde el domingo, uno de sus mayores discípulos quedó entronizado en el Salón de la Fama del Béisbol.

Vladimir Guerrero, el primer jugador de posición dominicano con una placa en Cooperstown, nunca se cansará de dar crédito al juego de la vitilla a su prodigiosa capacidad de bateo - 449 jonrones y 2.590 hits en 16 años de carrera.

“Es como el cricket y lo jugué mucho desde niño”, dijo Guerrero a The Associated Press en una entrevista. “Mi swing se debe a toda esa práctica en la calle. Es muy fácil de jugar”.

Con sus largos brazos y rápidas muñecas, Guerrero se ganó una reputación de habilidoso bateador de lanzamientos malos. No perdonaba nada, ni siquiera una bola que picaba frente al plato.

El ejemplo más célebre fue el 14 de agosto de 2009. En un partido de sus Angelinos de Los Ángeles en Baltimore, la punta del bate de Guerrero conectó en lanzamiento muy bajo del pitcher de los Orioles Chris Tillman. Como un globito, Guerrero depositó la bola en lo corto del jardín derecho para un impensable imparable y luego llegar a segunda por un error.

“A veces pensaba que los pitchers me hubieran sacado out más fácil tirándome por el medio”, bromeó Guerrero.

Temprano en su carrera, los coaches de Guerrero aprendieron dejarlo quieto con su inusual técnica. Mejor era dejarlo ser lo más natural posible. Alguien que bateaba sin ponerse guantes.

Fue la mejor decisión y esa pureza de su juego le permitió ser tan admirado por todo el mundo, uniéndose a los lanzadores Juan Marichal y Pedro Martínez para incrementar la presencia dominicana en el Salón de la Fama.

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